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¿PUEDE UN CRISTIANO IR AL EJERCITO MILITAR?

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  • 9 ene 2017
  • 9 Min. de lectura

I. LA GUERRA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO


Muchos de los ministros y teólogos que están de acuerdo con la guerra, apoyan su tesis en el Antiguo Testamento y en algún texto del Nuevo Testamento. Dicen que si el pueblo de Israel guerreó contra las naciones enemigas con el beneplácito de Dios, ¿por qué no hacerlo en la actualidad, cuándo los intereses de la nación, así como su seguridad, son puestas en peligro por una nación extranjera?



La guerra no era el plan de Dios. La guerra es una consecuencia del pecado (Sant. 4:1),así como la poligamia y el tráfico de esclavos.


Caín fue el primer asesino y aunque merecía la pena de muerte: «...el misericordioso Creador le perdonó la vida y le dio oportunidad para arrepentirse. Pero Caín vivió sólo para endurecer su corazón, para alentar la rebelión contra la divina autoridad, y para convertirse en jefe de un linaje de osados y réprobos pecadores. Este apóstata, dirigido por Satanás, llegó a ser un tentador para otros; y su ejemplo e influencia hicieron sentir su fuerza desmoralizadora, hasta que la tierra llegó a estar tan corrompida y llena de violencia que fue necesario destruirla» (Patriarcas y Profetas, 64).


Los descendientes de Set se mantuvieron separados de la raza depravada y aunque la adoración al verdadero Dios se conservó intacta entre ellos, pronto las influencias corruptoras se dejaron ver entre los hijos de Dios, hasta que la tierra llegó a un estado de iniquidad prácticamente completo (Gén. 8:21). El diluvio vino a limpiar la iniquidad generalizada.


Después del diluvio se hizo patente una vez más el expreso deseo de Dios de que el hombre respetase la vida del hombre,so pena de recibir el castigo divino (Gén. 9:6; Núm. 35:31-33). «La seguridad y la pureza de la nación exigía que el pecado de homicidio fuese castigado severamente. La vida humana que sólo Dios podía dar debía considerar-se sagrada» (Patriarcas y Profetas, 553).


Dios había previsto de qué forma iba a defender a su pueblo en caso de invasiones o belige­rancia de naciones enemigas.El gran Yo Soy man­daría plagas de avispas,epidemias y calamidades a los enemigos de Israel (Ex. 23:22, 27-28).


Este fue el caso de la nación egipcia,que opri­mía vilmente a los hijos de Dios. El Señor suscitó a Moisés como líder del pueblo israelita en cami­no de la tierra prometida.Pero el Faraón no quiso escuchar la voz de Dios a través de Moisés, y fue así como cayeron los juicios divinos sobre esta nación opresora e idólatra sin que los israelitas tuviesen que tocar las armas (Ex. 7, 12; 14:14, 24­25).


II. LA TEOCRACIA EN ISRAEL


Dios hizo un pacto con Israel en el Sinaí, ba­sado en la ley de los diez mandamientos. Dios se comprometía a proteger, alimentar y guiar a Israel, mientras que el pueblo se comprometía a obedecer la Ley de su Benefactor y Guía.(Ex.24:7). La dirección directa de Dios en todos los asuntos relacionados con Israel, se conoce por «Teocracia».


La “Teocracia” (de “Theos” y “Kratia” gobierno de Dios) es la forma de gobierno en el que el po­der legislativo, ejecutivo y judicial era ejercido directamente por Dios o por representantes in­vestidos directamente por El.Este término fue in­troducido por Flavio Josefo para indicar la forma de gobierno que Dios instituyó para Israel en el Sinaí.


Durante la teocracia israelí, hubo guerras li­diadas con la voluntad de Dios,sin ella y también contra ella (Deut. 20:16, 17; 1:40-44; Núm. 14:40­45).Pero el plan de Dios es que Israel entrara y to­mara Canaán sin el ejercicio de la guerra, de eso hay pruebas suficientes en la Palabra del Señor.


«¡Cuán terriblemente enceguecidos los había dejado su trasgresión! jamás les había mandado el Señor que subieran y pelearan. No quería él que obtuvieran posesión de la tierra por la guerra, sino mediante la obediencia estricta a sus mandamien­tos» (Patriarcas y Profetas, 314).


La Palabra nos enseña que estas guerras fueron utilizadas como un castigo contra los pueblos paganos.(Jer.25:15-28;2 Crón.16:9).Eran guerras que se combatían cuando Dios lo decidía (Jos. 6; 10:42), y la finalidad de las mismas era el triunfo del bien y para el honor y la gloria del santo Nom­bre de Dios (Deut. 7:17-20). No podemos tomar estos ejemplos históricos para sustentar la tesis de que si hubo guerras en el Antiguo Testamen­to, efectuadas con el beneplácito del Señor, ¿por qué no las ha de haber en la era cristiana,siempre y cuando sean aprobadas por Dios? Volvemos al mismo argumento, si bien es cierto que Dios las permitió nunca las aprobó,no estaban dentro de su plan.


III. FIN DE LA TEOCRACIA


La teocracia duró desde el éxodo hasta el pro­feta Samuel, tiempo durante el cual el Señor dirigió a su pueblo; unas veces a través de profetas, otras de jueces, ancianos, etc. Pero hacia el año 1050 a. d. C., Israel pide un rey como las naciones paganas, rechazando así la guía de Dios (1 Sam. 8:4-8).


La monarquía no cumplió las expectativas de los israelitas y a menudo fue causa de apostasía, violencia y derramamiento de sangre. Pronto se determinó un cisma con Judá al sur y las diez tri­bus de Israel al norte (1 Rey. 12), y a menudo con fuertes antagonismos y guerras recíprocas.


El infeliz curso recibió su primer golpe en el 722 a.d.C.con el exilio de Israel a Asiria (2 Rey.17), y el golpe final con la deportación de Judá, por obra de los babilonios en el 586 a.d.C. Al dominio asirio-babilónico siguió el medo-persa, el greco­macedónico y después el romano.Cuando al final la nación judía prefirió a Cesar en lugar de Jesús, rechazó definitivamente la teocracia (Jn. 19:14, 15) y selló el propio rechazo y su dispersión en­tre los pueblos y esto comportaba la privación de los oráculos de Dios (Luc.21:20-24;Mat.21:23-16).


«Al escoger así a un gobernante pagano, la nación judía se retiraba de la teocracia. Rechazaba a Dios como su Rey.De ahí en adelante no tendría liberta­dor. No tendría otro rey sino a César. A esto habían conducido al pueblo los sacerdotes y maestros.Eran responsables de esto y de los temibles resultados que siguieron.El pecado de una nación y su ruina se debieron a sus dirigentes religiosos» (El Deseado de Todas las Gentes, 687).


En el Antiguo Testamento hay pruebas in­equívocas de que Dios nunca aprobó la guerra, veamos algunos argumentos. La guerra no condujo a Israel a un mayor nivel espiritual. Dios recurrió a ella en contra de su deseo (Lam.3:32-36). Lo prueba el hecho de que Dios no dejó construir el templo a David por haber participado en el derramamiento de mucha sangre (1 Crón. 22:8; 28:3). Los sacerdotes y levitas, que en el tiempo del éxodo eran más de 20.000, no debían tomar las armas (Núm.1:45-50). Otro hecho significativo en contra de la guerra, era que Israel debía pro­poner siempre la paz antes de tomar las armas (Deut. 20:10-11).


IV. LA DISPENSACIÓN CRISTIANA Y LA GUERRA


En el Antiguo Testamento estaba predicho que en los últimos días (era cristiana), los fieles que aman a Dios, destruirían las armas y harían instrumentos de paz (Isa. 2:2-4).


Esta obra de purificación sería cumplida por el Mesías en dos fases: En primer lugar, cuando Cristo vino por primera vez a esta tierra; tanto en su actitud como en sus enseñanzas,Jesús mostró que Él es el Príncipe de la paz.(Isa.9:5,6).Y de for­ma definitiva, en su segunda venida, los ejércitos, los armamentos y la violencia, serán extirpados definitivamente (Zac. 9:9-10; Sal. 46:8-9). Jesús trajo la paz al corazón del pueblo que le seguía y amaba (Jn. 16:33; Efes. 2:14; Luc. 1:78-79).


Los cristianos son mensajeros de la paz y del amor de Cristo y llevan ese mensaje a toda na­ción, tribu, lengua y pueblo, sin hacer distinción alguna de raza y son dichosos porque viven esa paz. Nuestra misión es semejante a la de Cristo: salvar, llevar ayuda espiritual y física a la humani­dad doliente, pero no la de enzarzarnos en gue­rras. (Hech. 10:36; Mat. 10:12; 24:14; Apoc. 14:6; Mat. 5:9; Luc. 9:56; Rom. 8:9,10).


En las enseñanzas de Cristo la violencia está desautorizada. Como Príncipe de la paz, Jesús enseñó a sus seguidores el evangelio del amor.


En cierta ocasión en la que Santiago y Juan le pi­dieron a Cristo que castigara a los samaritanos como en los tiempos de Elías, Jesús les reprochó de forma severa (Luc.9:51-55).Esto es una prueba de que, si bien es cierto que en el Antiguo Testa­mento se autorizaron ciertas actitudes, éstas no pueden ser tomadas para justificar las mismas actitudes hoy.


La violencia física o moral está absolutamente prohibida en el Evangelio (Mat. 5:21-22). El man­damiento supremo del cristiano es el amor, amor a Dios y al prójimo (Mat.22:37-40;1 Ped.3:11;Heb. 12:14).


No podemos participar en ninguna guerra, porque la sentencia divina es:«quien a hierro mata a hierro muere» (2 Cor. 10:3; Mat. 26:52).Y además, el sexto mandamiento nos prohíbe matar, esto implica que la actitud del cristiano debe ser de no-violencia.


Veamos la explicación que se nos hace del sexto mandamiento: «No matarás» (Ex. 20:13). «Todo acto de injusticia que contribuya a abreviar la vida, el espíritu de odio y de venganza, o el abrigar cualquier pasión que se traduzca en hechos perjudiciales para nuestros se­mejantes o que nos lleve siquiera a desearles mal, pues ”cualquiera que aborrece a su hermano,es ho­micida” (1 Jn. 3:15), todo descuido egoísta que nos haga olvidar a los menesterosos y dolientes, toda satisfacción del apetito, o privación innecesaria, o labor excesiva que tienda a perjudicar la salud; todas estas cosas son, en mayor o en menor grado, violación del sexto mandamiento» (Patriarcas y Profetas, 316-317).


Del reino de Cristo está excluida toda arma carnal. «Los reinos terrenales son regidos por el ascendiente del poder físico; pero del reino de Cristo está excluida toda arma carnal, todo instrumento de coerción. Este reino está destinado a elevar y ennoblecer a la humanidad» (Hechos de los Apóstoles, 11).


«El ejercicio de la fuerza es contrario a los principios del gobierno de Dios...» (El Deseado de Todas las Gentes, 13).

Cualquier forma de venganza o represalia que tiende a devolver el mal con otro mal debe cesar (Mat.5:8,39).Eso significa que no podemos combatir con los ejércitos de este mundo (Jn. 18:36), y además debemos tener muy en cuenta que la guerra es obra de Satanás.


«Satanás se deleita en la guerra, que despierta las más viles pasiones del alma,y arroja luego a sus víctimas,sumidas en el vicio y en la sangre,a la eternidad. Su objeto consiste en hostigar a las naciones a hacerse mutuamente la guerra; pues de este modo puede distraer los espíritus de los hombres de la obra de preparación necesaria para subsistir en el día del Señor» (El Conflicto de los Siglos, 646).


«Las potencias infernales están conmovidas por una profunda intensidad. El resultado es guerra y derramamiento de sangre.La atmósfera moral está envenenada por actos de una crueldad espantosa. El espíritu de lucha se extiende; abunda en todas partes» (Joyas de los Testimonios 3, 253).


«Las potencias infernales son intensamente activas. Siembran la guerra y la efusión de sangre. La atmósfera moral está envenenada por actos de una crueldad espantosa. El espíritu de rebeldía se extiende; abunda en todas partes. Muchas al­mas caen bajo el poder de un espíritu de fraude, de engaño. Muchos se alejarán de la fe para seguir a espíritus seductores y a doctrinas de demonios. No disciernen el espíritu que se ha apoderado de ellos» (Testimonios Selectos 5, 112).


Nuestro comportamiento con los otros debe reflejar los buenos modos con que quisiéramos ser tratados por ellos (Mat. 7:12). El amor autén­tico se extiende aún hasta los enemigos y perseguidores (Mat. 5:43-47; Luc. 6:27-36).

La manera cristiana para detener la violen­cia en sus diversas formas es el comportamien­to evangélico de la no violencia y del amor. (Mat. 5:39-41;1 Ped.3:9).Jesús era ofendido y no se defendía; herido y no hería; se le hizo sufrir y no se vengaba, perdonó a todos amorosamente e inclusive a sus enemigos. (Jn. 13:34; 1 Ped. 2:22-23; Luc. 23:33-34).


Existe un método único para vencer el mal en sus diversas formas: el bien. Cuando nos ha­cen mal debemos dejar a Dios la venganza.(Rom. 12:19-21).


¿Qué hacer en caso de guerra? Jesús enseñó que existen dos caminos de salida:La oración y la fuga,alejándonos al máximo del lugar del peligro. (Mat.24:15-18;10:23).Las únicas armas que auto­riza la Biblia para que el cristiano las porte,son las armas de las virtudes cristianas. (2 Tim. 2:2; 1 Tim. 6:12; Rom 13:12; Efes. 6:10-20; 2 Cor. 6:7; 10:4).

Aunque los cristianos debemos ser buenos ciudadanos, obedientes a las autoridades y soli­darios con los desfavorecidos por la sociedad, no debemos olvidar que nuestro reino no es de este mundo, (Satanás es el príncipe de este mundo ­Luc.4:57) somos peregrinos en busca de la patria celestial. (Juan 18:36; 17:16; Heb. 11:13-16; 1 Ped.


2:11;Fil.3:20).Los gobiernos de este mundo están contra Dios y contra Cristo y son arrastrados por espíritus malignos (Hch. 4:26; Apoc. 16:13-14).


V. LA PORTACIÓN DE ARMAS


Existe un pasaje en la Palabra de Dios, que muestra claramente cuál era la opinión que Jesús tenía acerca de la portación de armas. Jesús ordenó a sus discípulos que se compraran una espada.¿No es esta una petición muy insólita? (Luc. 22:35,36).Esta orden era contraria a la que les había dado con anterioridad sobre las provisiones para el camino (Mat. 10:9-10). ¿Qué quería decir? No podía tener esta orden una finalidad defensiva u ofensiva,porque esto contradeciría con toda la enseñanza de Jesús.


El hecho de que fuesen dos espadas las que había en el grupo y que Cristo contestase que bastaban (Luc.22:38),debía obedecer a otra finalidad que la defensiva,porque de lo contrario ten­drían que haberse armado todos los discípulos para defenderse en medio de tantos soldados.


Pedro no comprendió a Jesús como lo demuestra la actitud que tuvo contándole al siervo del sumo sacerdote (Mat. 26:51). Jesús reprendió a Pedro severamente y le indicó que la utilización de la espada (aplicado a cualquier arma actual) comporta una maldición:«todos los que tomen es­pada, a espada perecerán» (vr.52).También es un claro indicativo de que la orden de Cristo era de naturaleza excepcional y con otro sentido que el defensivo. Jesús dejó bien claro en la respuesta que le dio a Pilato, que su reino no era de este mundo,de haber sido así sus discípulos hubieran peleado. (Jn. 18:36).


En el versículo 37 está la clave para explicar la orden aparentemente contradictoria de Cristo. «Porque os digo que es necesario que se cumpla to­davía en mí aquello que está escrito: y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí tie­ne cumplimiento» (Luc. 22:37).


La profecía citada por Cristo está en Isa.53:12. Por el simple hecho de llevar un arma, como una espada, colgada al cinto, la persona era conside­rada un malhechor. ¡Cuánto más el usarla! Pode­mos entender que se trata de una orden única, excepcional y simbólica, que tenía un objetivo profético.


 
 
 

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